viernes, 10 de octubre de 2008

Sobre Madrid y Barcelona

Por fin el post o entrada que tanto desean algunos. Marta: ¿Por qué no hablas de Madrid y Barcelona en tu mareada maleta? De sus diferencias, de qué aprecias más de cada una, de qué odias, lloras más de las tres.

¿Tres?, ¡me preguntaron tres! A mí no me sale la suma. Pero bien...

... que si es cierto lo que en Barcelona gritan de Madrid y en Madrid callan de Barcelona y viceversa. Que si sólo hay rivalidad en el fútbol. Si la política, la lengua y la economía se dejan llevar sólo por controversias imaginarias, marchitas y olvidadas.

Barcelona es la ciudad cosmopolita que Cristina (Scarlett Johansson) fotografía con ambición desbocada en unos días de niebla a principios de primavera. Y la que una discreta Vicky (Rebecca Hall) se interesa, muy curiosamente para muchos, por la identidad catalana, que tanto aporta a sus nativos. Barcelona es mar. Barcelona, pasión.

Madrid es atracción, culturas, punto de encuentro, de salidas, de reencuentros. No centro, pero epicentro. Eternos paseos que recuerda la ex cantante de la Oreja de Van Gogh, la ciudad que "ahí te deja" Shakira, el escenario de Cuéntame de ayer, de los jóvenes de hoy. La capital que hoy enmudecía ante los Estopa, que poco después cogían el Puente Aéreo para volver e ir otra vez, o ir y volver, tal vez. Madrid es sentimiento, amor, paradoja, diversión, conocimiento, juego, confusión, acierto y valor.

La tercera, creada por voces que desconozco, no existe.

Aunque lo expuesto sea, lo más desear, mi experiencia personal. Fuera de eso, sólo parafrasear lo que alguien ya sentenció: Madrid me mata, pero Barcelona más.

3 comentarios:

La Gata Ciempiés dijo...

Pues a mí me mata más Madrid, será por la costumbre.

Madrid es una ciudad a la que le tengo mucho cariño porque he crecido en sus calles, parques, bares y tiendas. He estudiado y aprendido siempre aquí. Pero me agobia. Y aunque suene demasiado politizado, la mentalidad derechona de los madrileños se me hace insufrible (aunque el "reducto galo" es un buen reducto). Es que hay gente que la ves y destila "fachismo" por los poros.

Barcelona es como el nuevo horizonte para mí y una ciudad muy especial, muy original y muy hermosa. Ciertamente vanguardista y moderna.
No obstante, todo tiene sus "peros"... y el "pero" de Barcelona es que se lo está empezando a creer demasiado.

Por cierto, yo sí tengo una tercera ciudad: Se llama Zamora y es lo más cercano a las raíces que tengo.

Y una cuarta: Edimburgo, donde he sentido una cosa llamada libertad.

Unknown dijo...

A mi me gusta más Barcelona. Me ha dado mucho, aunque como dice la gata, hay cosas que no me gustan demasiado.

Mi tercera ciudad es Berlin. Pura fuerza desbocada, sin control, ley del caos, dispersión. Lo que allí se hace, es eterno y efímero a la vez.

No hay Michelin que valga.

Anónimo dijo...

Ésta (Madrid)es la ciudad de las sirenas, donde ambulancias y patrullas imponen su grito tenaz desgarrando el aire, el humo, el gas, como viejas nereidas perdidas y solas sobre el asfalto, buscándose entre sí, o que en el Hades hubiesen tenido que pactar y trasmutarse en gorgonas putrefactos, o quizás, mejor dicho ,las sirenas que se montan unas a otras, como una salmodia grotesca, son las moiras que lanzan por las calles su advertencia, breves jaculatorias repetidas, oliendo a violencia, a muerte y a destino irrevocable, que llegan y se escapan velozmente entre los coches, y se enredan por los diferentes tejidos de esta ciudad cosida a trozos, a retales superpuestos con total libre albedrío, sin el urbanismo sanjenista de París ni el líquen atribulado de Buenos Aires, una ciudad descompuesta como la torre de Babel de unos sietejorobados, de unos locos de Alfau, laberinto palingenésico de ruinas y grúas, paisaje después de la batalla donde se suman abruptos, asperetas, avenidas estrechas y plazas saturadas en un filoso ahogo del peatón, termitero, barahunda estruendosa que oculta, pero no apaga, el verdadero latir subterráneo, su hora muda, su tiempo, su terrible y literario tiempo de silencio.

Madrid, retícula de claroscuros, levantada a golpes, a parches, mosaico con mil caras diferentes para quien quiera verte no se canse, medusa. Culturas como epodas, razas recibiéndose, teselas, palimpsestos, donde la vida irrumpe a latigazos, con duro embate y estimulante brutalidad, donde menos se pensara, como fénix ceniciento. Luchando por encontrar respiro en su necesidad de expansión, Madrid es sobre el mapa una macha devoradora y creciente, araña de Bourgeois, epitelioma que se despereza y avanza enguliendo suburbios, poblaciones, zonas verdes.

Imposible no amar su desconcierto, imposible no odiar amor tan vacuo. Litigio entre Barajas y Las Ventas, entre el cabestro picapedrero, garrafa en mano, y el dulzón entendimiento de las noches zona Chueca, entre el mondadientes y el sommelier. La razón de la sinrazón y el sueño de la razón produce mosntruos en el callejón del Gato. En Madrid no es imposible el romanticismo, querido Lara.

Cuna de tantos insignes artistas e ilustres literatos. Mortaja de tanta intrahistoria de fútiles vuelaplumas, que son tantos y tantos. Y entre estos alguno que otro, bastantes, digamos, que no encuentran nunca las concesiones de una ciudad hostil a lo mejor de su vientre. Pero todos atados a Madrid, todos autores regnícolas, prometeos sufrientes y masoquistas, y ese saber mirar bajo las costras, palpar lo grabado bajo las mesas de mármol, hurgar como clochars por los descampados, es para mí prueba suficiente de su amor, de su instinto único de poetas. Y son, digámoslo, tantos y tantos.

Madrid no es, pues, definible. Es un yin-yang o un toro cárdeno entre torpezas y hallazgos. Su explicación sería una novela. Pero es la ciudad en que vivo, donde soy, y no podría haber sido así en otro lugar, ni de otro modo.

Yo soy yo y mi ciudad, que dijo Ortega.

El Pedestre Alucinado.-