domingo, 26 de octubre de 2008

El jardín más bello del mundo

Aunque se dice que el origen de la palabra "capricho" viene de "cabra" y que, como sus brincos, los caprichos se presentan imprevisibles, extravagantes y arbitrarios, el literato francés Gérard Genette lo rechaza a favor de otra visión: la palabra llegaría al unir "caput" (cabeza) con "riccio" (rizo / erizado).

No importa.


Los caprichos de Goya.

Dejando a un lado la etimología, el concepto da nombre a algo más excitante y apacible. Estoy hablando de El Capricho, un parque histórico a 13 kilómetros del aeropuerto de Madrid que mandó a construir la duquesa de Osuna, María José Pimentel. Con tendencias artísticas francesas, inglesas o italianas de los siglos XVIII y XIX, el jardín ofrece espectaculares vistas, el olor de las flores, fantasía, las hojas caídas en otoño y la explosión de colores en primavera.
Sólo abre los fines de semana.


El Capricho, en la Alameda de Osuna (Madrid)

sábado, 25 de octubre de 2008

Vampiros y relaciones de pareja

Los suspiros de un vampiro no son los mismos que los de un humano. Sus deseos son muy otros. La sangre y un mordisco serían los de él y un coche nuevo y una televisión de plasma, los del otro.

Pero en "Me casé con un vampiro", las pasiones, remordimientos y vértigos emocionales llegan al absurdo en la familia Crowley. No lejos de Los Monster o La Familia Adams, los Crowley desatan sencillez a pesar de sus rasgos vampíricos. Ya no buscan abastecerse mediante sorbos descarnados en la yugular del prójimo sino el sentido de sus vidas juntos.

En una hora de representación teatral, tildan al espectador que está junto a su novia de mentiroso y de falta de austeridad. Dicen cantando que el amor no es otra cosa que temor y delirio. Hacen ver que el tedio ha llegado a sus 200 años de casados -y los que les queda-, por lo que tratan de poner remedio.

Con influencias de Freddy Mercurie, Marylin Manson y, aunque chocante, también, Pimpinela, los Crowley suben y bajan del escenario Montecargas de Madrid con un musical techno-gótico para aleccionar de forma sarcástica sobre la madurez y las relaciones de pareja.

"Me casé con un vampiro porque no comulgaba con los valores de mis amigas de entonces. Quería escapar del aburrimiento y conocer el mundo aventurero e inalcanzable para la mayoría", dice la protagonista asomada a una ventana al principio de la obra.Color del texto

"Me casé con un vampiro porque no comulgaba con los valores de mis amigas de entonces. Quería escapar del aburrimiento y conocer el mundo aventurero e inalcanzable para la mayoría", dice asomada a la ventana, con tono dudoso y estado ebrio, a mitad de la obra.

"Me casé con un vampiro porque no comulgaba con los valores de mis amigas de entonces. Debía estar retrasada", termina.

domingo, 19 de octubre de 2008

¿Cuántos reflejos da un espejo roto?

Los trozos rotos del espejo se esparcieron por el suelo. Para mí, ése y no otro fue el clímax de la obra teatral Un dia. Mirall Trencat, que hoy ofrecía su última actuación en Barcelona. Alguien en cuclillas unía, casi de forma sistemática, las piezas de un puzzle que ya no daba una sola imagen, sino tantas como pedazos había dejado.



Rosa Novell es una de las actrices magistrales de Un dia. Mirall Trencat. Igualmente inquitante fue su interpretación en Sin Noticias de Gurb, representada hace unos meses en el Teatro Español de Madrid.

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Y extrañamente hoy veo en una escena de la película El apartamento, de 1960, algo similar. Un hombre coge prestado un espejo del bolso de una mujer y... el espejo estaba roto; partido en dos. Él le pregunta porqué. "Así es como me siento y así es -contesta ella- como me gusta verme".

viernes, 17 de octubre de 2008

El rojo de mis labios

Es viernes por la noche. Hace poco más de una hora, he sufrido un mareo en plena capital que me ha llevado a un escabroso bar del centro-sur de Madrid. Me duelen los labios.

Es viernes por la noche y voy a salir con amigas. Vamos a tomar algo, a charlar, a contarnos, como hacemos habitualmente, cosas de la vida. Voy a pintarme los labios, color rojo o marrón sucedáneo. (El mareo de antes era cansancio. Ahora estoy bien).

Es viernes por la noche y voy a salir con Violet y Julia. Esta mañana, un grupo de personas que tomaban un café hablaban de crisis. Los titulares de los periódicos venían llenos de palabras y muchas decían: crisis. En los diarios, la sección de política, opinión, editoriales, sociedad e incluso fútbol, todas hablaban de crisis. Me ha llamado la atención una información:

El consumo de barras de labios aumenta un 6% pese a la crisis
Un segmento que resiste la coyuntura. El consumo de barras de labios en España ha aumentado un 6% durante el primer semestre del año a pesar de la coyuntura económica, según datos manejados por L'Oreal. En España el segmento de las barras de labios factura aproximadamente 200 millones de euros al año, con una venta de cerca de 20 millones de barras de labios al año.
El mercado de los pintalabios siempre ha resistido bien a la crisis. De hecho, entre 1992 y 1993, en plena recesión, este segmento creció casi un 10 por ciento. (...).

Esa noticia, bomba, pasaba desapercibida en una de las páginas de La Gaceta de los Negocios de hoy. El resto de información era más lo mismo.

Es viernes por la noche y voy a salir con amigas. Comentaremos nuestros blogs; una de ellas escribió sobre la crisis en su última entrada... ¿o fue sobre el aburrimiento? Voy a pintarme los labios.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Y...

"Y..." es el título de un poema de amor de la nicaragüense Gioconda Belli.

Y va naciendo -dice Belli-, el pretexto de decir tu nombre (...)
en todos los rincones donde he vivido y viviré
hasta que me lleve el viento,
como semilla,
a dar flor a tierras desconocidas
y me encarne quizás en la niña
que oirá historias
en las tardes de Nicaragua
(...)

Y... Siento que voy alejándome
-grita la poeta-
(...) Y estamos abiertos totalmente
a las hojas, al ruido,
sintiendo derramarse la vida,
sintiendo que nos acercamos a ésa, la verdadera realidad,
aunque todos crean lo contrario
y nosotros no podamos explicárselo.

Gioconda Belli es considerada una de las mejores poetas de Centroamérica
Y...
del mundo.

Crisis: ¡No gasten!

Para no gastar, no gasten ni bromas, dicen los dibujantes de El Jueves.

viernes, 10 de octubre de 2008

Sobre Madrid y Barcelona

Por fin el post o entrada que tanto desean algunos. Marta: ¿Por qué no hablas de Madrid y Barcelona en tu mareada maleta? De sus diferencias, de qué aprecias más de cada una, de qué odias, lloras más de las tres.

¿Tres?, ¡me preguntaron tres! A mí no me sale la suma. Pero bien...

... que si es cierto lo que en Barcelona gritan de Madrid y en Madrid callan de Barcelona y viceversa. Que si sólo hay rivalidad en el fútbol. Si la política, la lengua y la economía se dejan llevar sólo por controversias imaginarias, marchitas y olvidadas.

Barcelona es la ciudad cosmopolita que Cristina (Scarlett Johansson) fotografía con ambición desbocada en unos días de niebla a principios de primavera. Y la que una discreta Vicky (Rebecca Hall) se interesa, muy curiosamente para muchos, por la identidad catalana, que tanto aporta a sus nativos. Barcelona es mar. Barcelona, pasión.

Madrid es atracción, culturas, punto de encuentro, de salidas, de reencuentros. No centro, pero epicentro. Eternos paseos que recuerda la ex cantante de la Oreja de Van Gogh, la ciudad que "ahí te deja" Shakira, el escenario de Cuéntame de ayer, de los jóvenes de hoy. La capital que hoy enmudecía ante los Estopa, que poco después cogían el Puente Aéreo para volver e ir otra vez, o ir y volver, tal vez. Madrid es sentimiento, amor, paradoja, diversión, conocimiento, juego, confusión, acierto y valor.

La tercera, creada por voces que desconozco, no existe.

Aunque lo expuesto sea, lo más desear, mi experiencia personal. Fuera de eso, sólo parafrasear lo que alguien ya sentenció: Madrid me mata, pero Barcelona más.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Trazar la línea

Cuando tenía 10 años me pidieron un escrito sobre la tolerancia. Aún lo recuerdo. "¿Qué es eso de la tolerancia?", pensé. Aquello era más difícil que explicar qué había hecho durante las vacaciones o, en otro ejemplo, cuál era el hábitat natural de las especies en peligro de extinción.

El nuevo tema parecía un tanto más profundo. La palabra, más allá de su sonoridad, que me gustaba, no tenía más eco en mí. Acudí a un diccionario, de esos que tienes de VOX o Barcanova, obligatorios durante la enseñanza básica. Tolerar, decía, es respetar las ideas y creencias de los demás, aunque sean contrarias a las propias. Empecé a preguntarme si yo era o no tolerante. Si los que me rodeaban lo eran. Si los que salían por televisión, los que cantaban la música que más me gustaba o si los que jugaban al fútbol con camiseta azulgrana, lo eran. Dudaba si en un caso concreto uno aceptaba cierta situación sin más o era tolerante. ¿Cuál era la diferencia? ¿Cuál era el antónimo de aquel vocablo? ¿Hasta qué punto se podía ser tolerante?

El verbo en inglés to draw the line lo expresa mucho mejor: marcar la línea. Allí donde la dibujamos ponemos el límite y da como resultado nuestro nivel de tolerancia.

No recuerdo qué escribí entonces. Que hay que resistir lo que nos es hostil, o soportarlo, tal vez. Admitir las diferencias. Ser pacientes... Pero lo que sí sé es que aquello me hizo reflexionar, y aprendí que en cada momento más o menos complicado había que tenerla en cuenta. Que la tolerancia es más que una palabra. Es una necesidad mundial.