domingo, 21 de septiembre de 2008

Atrapados en el asfalto

Obligados o a propia voluntad, salimos a la calle todos los días. Desde que nacemos y, aunque no lo recordemos, los primeros paseos en carrito cuando éramos bebés.

Al año, ya estamos autorizados para caminar sobre él, sobre el asfalto. Pisamos la cera, cemento y arena, y caminamos. Vamos al cole y vamos a casa y vamos a la iglesia y vamos al instituto y vamos al cine y vamos a la estación del tren y vamos a trabajar y vamos a casa. Y nos hacemos grandes y seguimos poniendo día tras día nuestros pies sobre el asfalto.

Dando pequeños golpes sobre el suelo con su bastón, a cada paso, un abuelo pasea lentamente. Baja un bordillo y sin darse cuenta ya ha quedado atrapado, enganchado en las garras del asfalto, o lo que es peor, de la indiferencia de los que pasan por su lado y no dicen nada o claman la burla.

Nadie levantará un socavón para rescatarle. ¿Para qué? Mejor ocultarlo, dejar que se hunda en el asfalto hasta que desaparezca él, el problema. Después habrá que arreglar el daño causado sobre el terreno. Suerte que el gasto de taparlo será mínimo.

Ésta no es una historia para no dormir, como la calificó Chicho Ibáñez Serrador. No hay terror. Sí es una historia para estar despierto, para que aquella representación en blanco y negro de los años 60 no nos deje indiferentes ante otras noticias del día que sí nos causan horror.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que grande Chico Ibañez Serrador, lástima que solo se le recuerde por como director de concursos de la tele, porque sus películas y la serie de historias para no dormir, en especial el episodio "el asfalto" al que haces referencia, son clásicos impedecederos!! Saludos, y cuidados no quedeis atrapados en el asfalto!

Unknown dijo...

Qué razón tienes Marta! El asfalto es muy pesado, te ata al suelo.
Eso sí, en la ciudad puedes encontrar otros espacios que te hacen levitar.
Para mi, paradójicamente, uno de ellos es el metro. Es levedad pura.
Y eso que las estaciones cambian de baldosas y decoración cada dos por tres.
Un abrazo!
Agus